domingo, 15 de marzo de 2009

Disfrutando los ratos

Ya que el fín de semana pasado fué tan anodino supongo que he querido compensar. O simplemente que las cosas salen así. Todos los que me conocen saben que es subir la temperatura y ponerme con la sonrisa perpetua en la cara. Esta primavera anticipada me agota (dichosa astenia primaveral,demonios), pero al tiempo hace que me sienta irracionalmente feliz cuando el sol que chamusca la nariz, el cuello, el escote, los brazos...Y acostumbro a agarrarme como una lapa a estos momentos, que el invierno ha sido muy largo y muy frío y muy desesperante.

El viernes quedé con mis amigos Inma y Carlos. Somos unos impresentables. Vivimos en portales contiguos y no nos vemos jamás. Qué rollo de horarios y de trabajos. Asi que nos liamos la manta a la cabeza y quedamos en la "sede social" (bar de debajo de casa, muy útil por si hay que subir de nuevo en penosas condiciones tras las veinte rondas cerveceras) a las nueve, después de mi academia. Carlos, andaluz enorme, buenísima gente y con una gracia espectacular para contar cosas, estuvo teorizando acerca de los tatuajes y sus funestos resultados con el correr de los años. Por aquello de que la piel y las chichas se descuelgan. Qué hartón a reir. Vamos, que te tatúas una lagartija y acaba convertida en Godzilla. El dueño de la tienda de enfrente, que terminaba la jornada tomando algo con su mujer en la mesa de al lado, nos miraba con media sonrisa cómplice. Anda que no os lo pasáis bien los cuatro, vaya pandilla. Subimos a casa cerca de la una y nos despedimos con largos abrazos, de esos que sólo ellos saben dar. Por suerte, esta vez no había vecinos a la vista, porque Carlos y yo nos estamos creando una famita...

Y ayer por la tarde, para redondear, nos fuimos a un mercado barroco que habían instalado en Getafe, La cosa pintaba bien, decía el folleto que había cuentacuentos y títeres y venta de productos....Nos cogimos el metro (gran invento lo de Metrosur) y en diez minutos estábamos en Getafe. Puf. Qué horror. En vez de mercado barroco era la manifestación del uno de mayo, con lo que me agobian las apreturas y las multitudes. Eso si, el olor era espectacular. Esencias, incienso, especias de todo tipo, la mezcla era cuando menos subyugante. Y unos embutidos con una pinta de pecado mortal, pero que debía venderlos Jose María el Tempranillo, porque vaya precios. Me encontré con una amiga de mamá y para hablar cinco minutos con ella nos tuvimos que pegar a una pared para no vernos arrastrados por la marea humana. Además no vi mucha diferencia entre un mercado barroco y los medievales habituales, pero en fín. Acabamos huyendo por una calle adyacente. Cobardemente, pero huímos.

Hoy creo que voy a vaguear bastante. Tengo cuatro mails de actualización de datos de uno de mis jefes y no me va a quedar más remedio que ponerme y hacerlo, pero el resto del día pinta perezoso. Los domingos tienen cierto tinte melancólico, sobre todo a partir de las cinco de la tarde, pero a lo mejor hasta me duermo una siestita y recupero algo del sueño que la semana me debe. Me falta costumbre, pero intentaré conseguirlo.

1 comentario:

  1. Una cena con amigos que acaba en carcajadas, un día al aire libre con el solecito cayendo a traición sobre la confiada piel (ya te explicaré lo de mi moreno paleta de hoy) y un domingo perezoso parece una combinación perfecta. Ya me dirás como ha acabado ese conato de siesta... Besis.

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