sábado, 30 de mayo de 2009

Lugares para recordar

Cotilleando por ahí y copiando ideas de un amigo que maneja estas cosas como nadie (gracias, Luis), he entrado en una página de crear vídeos con fotos. Se llama Slide y hace unos montajes fabulosos, pero me toca un poco las narices que no me deje cargar la música que yo quiero, con lo especial que soy para esas cosas. Me he tirado más de media hora escuchando cortes de canciones que iban desde el chunda-chunda más abominable hasta músicas raras de esas que nadie ha oído jamás. Pero como tenía que elegir por narices y artículo 33, he escogido una del marido de la fantasmal Nicole Kidman. Una grata sorpresa, la cancioncilla. Hasta suena bien.

Para las fotos he rebuscado entre algunas de mis rincones favoritos, lugares que me enamoran cada vez que los visito o cuando estuve, aunque sólo haya sido una vez. Lástima que mi manía persecutoria a las nuevas tecnologías haya hecho que mi compra de una cámara digital sea relativamente reciente, asi que no puedo poner imágenes de Córdoba, por ejemplo. Tengo que comprar un scanner, es un hecho. Bueno, pues ahí va. Y nada de tirar tomates, que me dan alergia.

jueves, 28 de mayo de 2009

Luz y sol


Entre mis muchas rarezas (y son unas cuantas, todo hay que decirlo) está mi particular percepción de la luz y los olores. Generalmente los asocio a momentos de la vida, a sensaciones, a palabras y los siento más que olerlos o verlos. Creo que los domingos tienen una luz especial y única y que si despertase tras haber dormido años y años podría saber casi con certeza si ese día era domingo o no. Es quizá una exageración, pero estoy convencida de ello.

Esta mañana, mientras caminaba por la calle, he levantado la vista hacia el cielo. Un gesto que debería ser cotidiano pero que apenas hacemos y hay cosas por ahí arriba que merecen la pena. Y mucho. Aunque sea para contemplar cómo está tendida la ropa del último piso o lo hermoso que es ese edificio de la Gran Vïa por el que pasamos delante casi a diario. Hoy era un día radiante. El sol brillaba espléndido en medio de un cielo azul turquesa, un cielo de esos que Madrid nos regala de cuando en cuando para dejarnos con la boca abierta, y el viento colaboraba a limpiar el ambiente. Y de pronto lo he visto. Era la luz del sol reflejándose en los cristales de una terraza cerrada, la misma luz que me daba en los ojos cuando era niña, el colegio se estaba acabando y que brillaba en las ventanas de los vecinos de enfrente. La misma luz que me acompañaba en las mañanas de principios del verano y que se mezclaba con el olor de la tierra mojada de las macetas de casa y el blanco casi doloroso de la fachada de la casita baja de la calle de atrás.

Todo me ha vuelto de repente, como si me hubiesen dado un golpe en medio del pecho. La sensación de que todo volvía era tan fuerte que hasta casi podía escuchar el motor de los camiones que descargaban en el mercado, la voz de la vecina del segundo cantando, la puerta del baño abrirse, la persiana tableteando contra el alféizar. Además se oía un avión surcando el aire por encima de mi cabeza, allá arriba, igual que entonces.

Me pasa pocas veces, pero me deja sin aliento. El eterno retorno, que decía Nostradamus. Supongo que había una razón para la sensación de hoy: había tenido una espantosa pesadilla con la única persona que aún me las provoca y me temo que andaba con las antenitas al aire y la parabólica al máximo de captación. No sabría definir cómo me siento cuando estas cosas me pasan. Por un lado resultan acogedoras, blanditas y evocadoras. Por otro me sacuden de lado a lado como una ola especialmente fuerte, de las que te arrastran hasta la orilla y hacen que te arañes las rodillas y la manos al intentar salir.

martes, 19 de mayo de 2009

Qué tiempos aquellos 2 - El Retorno -


Me ha hecho mucha ilusión que mis amigas Mila y Dana me hayan dicho que el post de las vacaciones en Fuengirola, incendio incluido, les había encantado. Lo reconozco, es de estas anécdotas que contaremos durante el resto de nuestra existencia para pasmo y jolgorio de conocidos y nietos. Y como llevo unos cuantos días con la cabeza funcionando como una centrifugadora, voy a sacarme de la manga algún que otro recuerdillo más. Más que nada porque creo que el disco duro empieza a hacer warning, warning y hay que sacar información a toda pastilla, antes de que el sistema se vaya al garete y me quede más tontusa de lo habitual. Pues ahí va, chicas, esto es en vuestro honor y en el de todos aquellos que se pasan por aquí y me regalan su atención por unos minutos.


Retrocedamos unos añitos.... ¿recordais nuestras Nocheviejas?


Mi madre nos alquilaba la tienda por el módico precio de una botella de anís y otra de coñac que le duraban ya el resto del año. Poníamos dinero entre todos y comprábamos cosas de beber y comer para pasar la noche lo mejor posible. La imagen de las barras de fuet colgadas de la columna central adornadas con globitos de colores todavía me persigue a ratos. Colocábamos serpentinas por todos lados, cambiábamos las bombillas blancas por otras de colores, Julio se traía la cadena de música y la tarde del 31 de Diciembre la pasábamos de preparativos y colocando las botellas sobre el mostrador. Luego, tras las uvas, íbamos llegando del mejor humor del mundo. Hubo años que hicimos el amigo invisible, otros que organizamos una exposición de fotos, otro hicimos karaoke (Mila y yo de Juan Luis Guerra, virgensantaquécosa), bailamos el Devórame Otra Vez, organizamos la hora del heavy, nos cogimos unos colocones de lo más divertidos, llenábamos la alcantarilla de restos....


Se me agolpan las cosas en la cabeza. Como aquella vez que Javi Yepes se presentó con una vecina rubia y dicharachera, a la que la sección femenina cogió una manía importante al minuto y medio de entrar por la puerta, más que nada por su afición al intento de ligue de todo bicho masculino viviente. Ese fué el año en que nuestro ínclito Roso batió el record Guinnes de intentos en bailar agarrao. Persistente el chico. Tambien me parece estar viendo la botella del licor aquel de sospechoso color moradito llamado Parfait Amour, de temibles efectos secundarios y que jamás he vuelto a ver en las estanterías del Alcampo. Claro que el nombrecito del mejunje de marras fué superado por el Pisang Ambon, pero esa es otra historia...


Eran años de discos de vinilo en los que cada cual se traía los que le gustaban. Jorge voceaba el Azzurro de Celentano a pleno pulmón y se emocionaba con Aviador Dro (y sus obreros especializados) antes de pedir algo de los Patadas. Julio y Miguel, mucho más elitistas, nos regalaban lo mejor de Supertramp y Dire Straits (que ya los distingo, de verdad) o con los golpes en el pecho que se daba el negro aquel de apellido MacFerrin o algo similar. La sección pachanguita era propiedad de las chicas, que bailábamos como posesas las canciones de Modern Talking mientras nos hacíamos kilómetros y kilómetros correteando por todas partes. Monste y Oscar nos ilustraban con las mejores canciones heavys de la historia y del momento mientras sacudían el pelo y tocaban la guitarra invisible. Pero si hasta mi cuñado, que entonces sólo era proyecto de cuñado, se trajo un año un disco de los Chunguitos. Vivir para ver.


Hubo años en que, para animar el cotarro, había que traer ciertas cosas: un gorro o sombrero, unas gafas, algo rojo... Y otras ocasiones en que nos visitaban amigos y conocidos que iban o venían de otras fiestas. Hasta la farmaceútica de la esquina se pasó una vez que estaba de guardia. Si es que éramos más famosos que cierta sidra. Además no puedo olvidarme de que fué en una de estas Nocheviejas cuando conocimos a nuestra Dana y la adoptamos para siempre.


Solíamos acabar cuando ya el día estaba cerca, cansadísimos, con sueño, frío y tratando de ponernos de acuerdo acerca de la hora en que quedaríamos para limpiar por la tarde. Sobraban tantas cosas que luego, durante meses, teníamos bebida para cumpleaños y reuniones. Hace poco, y aunque parezca mentira, tiré una botella de vodcka que había de aquellos entonces y que estaba arrinconada en mi armario de la terraza. Claro que poco antes me había deshecho de otra de Quina Santa Catalina que le compramos a Mila por aquello de que recuperase el apetito. Menuda solera debía tener.


Me dejo muchas cosas en el tintero, pero lo importante es que recordar es un ejercicio muy gratificante si es para estas cosas. Esta tarde de lo que de verdad me acordaba era de ciertos regalos que pasaran a los anales de la cutrez, como el Pente de Tomás o el joyero de plastiquillo con música hortera de María Luisa. Pero corramos un túpido velo. Ella ya no nos habla.




sábado, 16 de mayo de 2009

Encriptadas

Eso es lo que dijo Antonio, mi jefe, el otro día. Que las mujeres estábamos todas encriptadas. Se nota que es informático, el muchacho. Era viernes, los chicos andan de exámenes y faltaba bastante gente, sobre todo a segunda y tercera hora, asi que Iván y yo andábamos de tertulia. El es de la opinión de que para entender a las mujeres hace falta un libro de instrucciones y que todavía no sabe dónde se compra, que somos raras, especialitas y que los hombres siempre acaban haciendo lo que nosotras queremos. Argumentando le gano, porque él es de ciencias y yo de letras y le insistía en que ellos siempre piensan el línea recta, que son excesivamente monotemáticos y que es imposible que nos entiendan porque jamás se ponen en nuestro lugar. Es verdad que nosotras a veces pretendemos que nos comprendan rapidito cuando estamos tristes o enfadadas, porque lo que de verdad nosotras necesitamos es empatía y no dar explicaciones. Y en eso los chicos andan un poquito cortos.

En medio de tan apasionante conversación apareció Antonio y dijo su frase magistral. No la comparto, pero le reconozco el mérito, aunque lo dijo con carita de pena y cabeceando con resignación. Iván insistía en que nosotras debemos dar más pistas, que les tenemos perdiditos, que si queremos consuelo que lo digamos. Y ahí si que no estoy de acuerdo en absoluto, porque si estás triste, si te hace falta una palabra de ánimo o que simplemente te abracen con afecto no tienes por qué ir con pancartas ni a base de megáfono. Quien está a tu lado o quien se considera tu amigo debería conocerte lo suficiente para saber qué hacer. Claro que me estoy dando cuenta en los últimos tiempos que eso no es así de ninguna manera. O más bien que depende mucho de quien seas.

En todas las cosas de la vida, como en el futbol que tanto le gusta a la población masculina, hay divisiones. Primera, segunda, tercera y hasta cuarta. Una vez que has entrado en una es muy difícil cambiarte. Y de ascender ya ni hablamos, que eso, como decía un compañero de facultad, no sólo es imposible sino "de una assurdez assurdísima". Descender sí que se puede y generalmente rodando y rebotando por las escaleras, plaf, plaf, plaf. Tengo una amiga que es de primera división especial y que da igual que se ponga un gato muerto encima de la cabeza. Ahora los chicos de la pandilla están casados, son hombretones responsables y esas cosas, pero a veces se les sigue escapando la babita cuando ella hace algo. Ya no es el torrente de babas del día de la camisa roja, claro, pero es casi lo mismo.

En mi caso, y a mucha honra, pertenezco a la segunda división con problemas de permanencia y en peligro de descenso. Con lo que a mí me gustaría tener eso que llaman sexapil o algo así y ser de esas mujeres a las que los chicos y hombres circundantes corren a ayudar y consolar si se rompen ligeramente una uña. Pertenezco, como tantas otras, a la saga del ah, sí, ya se que estás ahí, qué simpática eres, lo que me río contigo. Y ya se sabe, que cuando un ejemplar del sexo masculino dice de tí que eres simpática.... "¡¡es que es un callo malayo!!". Miguelito dixit.

miércoles, 13 de mayo de 2009

Mamá



Hay días que, al despertar, en esos instantes en que no estás dormida ni despierta, me parece oler su perfume o alcanzo a escuchar el fantasma de sus pasitos rápidos por el pasillo. Incluso si me concentro lo suficiente y cierro los ojos aún puedo oir cómo sonaba mi nombre en su voz. Me gusta recordarla así, guapa, llena de vida, con una casi imposible resistencia a la adversidad, esa fuerza que la hacía parecer una roca aún cuando todas las tempestades le azotaban y tiraban de ella hacia el fondo. Prefiero guardar sólo esos pequeños instantes de alegría, como cuando nos sentábamos en el escalón de la terraza a ver las tormentas, las tres apretujadas oyendo los truenos que desgarraban el cielo. O cuando nos quedábamos después de comer con las piernas debajo de la mesa camilla, tratando de conservar el calor del radiador, y charlando de cualquier cosa.

Recuerdo el sonido de la radio por las mañanas, con tu insustituible Luis del Olmo. Siempre impecable aunque no recordases la última vez que te compraste ropa. Tu segundo café, tu mimo a la hora de maquillarte, el arte con el que te peinabas, tus besos al irte o al llegar, tus obras caseras con las que hubiera soñado el de Bricomanía y con las que tratabas de mejorar lo que no se podía, tu virtuosismo con la aguja, tu sonrisa, tus carcajadas aunque tuvieses el alma llena de lágrimas. Qué pocas veces te ví llorar cuando cualquier otro en tu lugar jamás hubiese salido del pozo. Y cuando lo hacías era porque algo, definitivamente, se había roto. Pero lo remendabas como podías y te lo guardabas en el bolsillo de los olvidos para que no molestase nunca más.

Sólo tú supiste y sabías el por qué, apenas nos lo dejaste intuir a retazos. Pero cómo hubiese preferido que tu tan extraordinario coraje te hubiese servido para huir, para marcar distancias, para sacar la cabeza y haber seguido adelante con una nueva vida y con todos los que te querían, que éramos muchos, pero sin el peso insoportable que te convirtió en esclava. Quizá es que nosotras siempre hemos añorado ser las primeras en tu corazón.

domingo, 10 de mayo de 2009

Puesta a punto

Acabo de mirar por la ventana y el cielo viene más negro que el sobaco de un grillo. Menos mal que no tengo planes de moverme de casa porque odio mojarme de forma visceral. Además me acabo de volver a machacar el brazo derecho jugando al tenis en la Wii. Esto me pasa por intentar imitar el revés liftado de Nadal y principalmente porque mi estado de forma física deja mucho que desear. Mañana agujetosa perdida, eso ya me lo se. Ayer, cuando escuchaba a mis atléticos amigos acerca de la posibilidad de apuntarse a una carrera de montaña de esas que dan susto
(http://penalara.org/carreras/tresrefugios/recorrido/), casi que me dolía hasta el paladar. Unos masocas, eso es lo que son. Pero mira, si se lo pasan bien....

Con lo que me cuesta a mí arrancar y ponerme a hacer algo, qué envidia. Actividad mental a velocidad de fórmula 1, pero a mi cuerpo le cuesta un triunfo ponerse en marcha. Lo mío es el apoyo moral y escuchar detenidamente lo que cuentan. Mi hermana y mi cuñado han sido atletas de élite y no se me ha pegado nada excepto mi afición desmedida al atletismo.... como espectadora, claro. También ayer otra de mis amigas contaba que ahora hacía spinning, yoga y pesas para fortalecer bracetes. Que me estoy quedando desfasada, demonios. Habrá que ponerse a hacer algo espectacular, por lo menos para contarlo y tener tema de conversación. Y para salir en las fotos luciendo tan mona como ellos o por lo menos para salir, que creo que en los últimos dos años estoy en unas diez, echando por lo alto. Huyo de ellas como de la peste usando el viejo truco de "ya las hago yo". Táctica infalible, juas, juas.

Tengo que reciclarme, eso está claro. Voy a pedirle a mi amigo Luis que grabe sus salidas en bici y me las pase, así me las pongo en la tele y le doy a los pedales en la estática. Vale que queda poco épico, pero esas machadas se las dejo a él, que prospera a pasos agigantados y dentro de nada le veremos cruzar Nueva Zelanda con sus calas nuevas y el ánimo de un conquistador español en el imperio azteca. Que él lo vale. O ponerme al día en temas de ordenadores, televisiones de última generación, inglés, cursos variados o electrónica en general. Por lo menos para no quedarme más atrás, que me da rabia tener tan poquitas cosas que contar.

miércoles, 6 de mayo de 2009

Desterrar el reloj

Y eso que hace como mil años que no uso reloj. He tenido temporadas de mi vida tan a la carrera que incluso llevaba uno en cada muñeca para saber siempre qué hora era aunque tuviese una mano ocupada. Bueno, por eso y porque me gustaba. Era un toque original. Ahora casi me oriento por el sol y más o menos voy sabiendo qué hora es por intuición, aunque como dice uno de mis alumnos de la academia: ¿y cuando está nublado cómo te apañas?. Muy gracioso, sí. Pero a pesar de no llevar semejante trasto encima, me paso la vida pensando en qué hora es, en lo que tengo que hacer en un rato, en que sólo tengo media hora para acabar ésto, en los horarios de mi gordi, en que el mayor llega a comer, en que son las cuatro y voy a darme la manita de titanlux en la cara para irme a trabajar, en que es domingo, son las diez y qué hago yo en la cama.... Qué pena me doy. Debe ser la imposibilidad crónica de relajarme, porque me pasa hasta cuando estoy de vacaciones.
Por eso me encanta recordar aquellos cuatro días de un puente de Mayo en que nos fuimos con Inma y Carlos a su casa de la playa. Ellos tienen un ritmo completamente diferente al mío y si están de vacaciones lo de la hora no importa nada. Era genial. Playa por la mañana pero sólo cuando todos estábamos despejados y desayunados, vermú a mediodía hasta las mil, comidas a la hora de la siesta, salidas nocturnas sin nenes (gracias a la madre de Inma).... Creo que han sido los cuatro días más relajados de mis últimos veinte años. O más. Y toda esta empanada mental viene a que los obreros que están arreglando la piscina de mi casa llevan la obra viento en popa y a toda vela. Hoy hace calor, un cielo espectacular en azul y la hierba y los árboles están más verdes que nunca. El contraste es una maravilla. Y me imagino a mí misma tumbadita en una toalla, entre sol y sombra, con un libro para leer o mi prodigioso mp4 regalándome los oidos, sin pensar en nada, sin prisas, sin agobios...
Cada año me lo planteo: este verano me pongo morena, me relajo y me bajo cada día a darme un bañito y a tirarme panza arriba y panza abajo hasta que me duelan los huesos. Pero me conozco, la cruda realidad me pondrá en mi sitio, porque estaré más pendiente de lo que tengo que hacer que de la toalla. Y mi gordi correteará a mi alrededor para que me bañe con ella. Y los que se coloquen al lado serán unos plastas con niños insoportables de esos que te pisan hasta el paladar. Y a la porra el relax. Siempre hay algún conocido bienintencionado que me dice que desconecte, pero me temo que es algo que no se hacer, lo reconozco. Por fuera como unas natillas y por dentro a mil revoluciones por segundo, que me voy a tener que formatear el disco duro de una buena vez a ver si mejoro. Pero ya que estoy metida en pleno proceso de transformación personal (¿son risas eso que oigo a lo lejos?) y practicando lo de morderme la lengua y mejorar mi actitud en general, a lo mejor me puedo hacer un plannig de verano. Levantarme pronto, hacer lo necesario, dejar la pitanza hecha para mis fieras hambrientas, preparar la bolsa de las toallas, embadurnarme de protector solar para no acabar como una langosta, bajar a la piscina, colocar las toallas, tumbarme, levantarme seis veces para ver como mi niña bonita ha mejorado el arte de tirarse de cabeza, volver a tumbarme, un bañito cuando el calor apriete, escuchar a las supermamis decir que son casi las dos y que hay que comer y dormir la siesta, joer, ya son las dos, si es que no me cunde nada.....Cagontó. Sólo de pensarlo ya estoy de los nervios.

domingo, 3 de mayo de 2009

Crepúsculo y peces mutantes

Ayer celebramos el cumple de mi hermanísima y de mi cuñado, los dos a una como Fuenteovejuna. Había merendola, tarta de queso, cafés y pipis y, como siempre, conversaciones de esas que tenemos las Moreno, sin pizca de enjundia pero de las que te hartas a reir. Ya lo decía mi cuñado ayer: míralas, como se nota que las cuatro son de la familia.... Y las cuatro, mi hermana, mi tita, mi prima y yo, llorando por las carcajadas y poniendo otro comentario sobre el anterior, a cual más tonto.

La cosa había empezado por la nueva frase del millón de mi sobrino Sergio (el pequeño de mi prima), que es un prodigio en lo que a lógica aplastante se refiere. Habían estado pintando su cuarto y su madre contaba que a la hora de recoger trastos para proceder a la tarea, el chaval se había empeñado en que le tirase todos los libros de cuentos que había por las estanterías. "¿Los tiro? Bueno, vale, pero mejor los llevo a la biblioteca del cole.." razonaba mi primísima. "Y los clicks también" insistía el campeón "todos a la basura que ya estoy harto". Con lo que ha sido este niño con los clicks, caramba. "Pero bueno ¿y eso? ¿ya no los quieres?" trataba de entender mi prima. "Verás mamá, es que quiero que le des a mi habitación un look adolescente". Por favor, un minuto de silencio. Eso es un razonamiento sentenciado y lo demás cuentos. Qué bueno, qué bueno...

Ya metidas en harina, comenzamos a destripar los últimos libros leidos. Mi hermanísima, que debe tener una vena masoca oculta y desconocida, se ha metido entre pecho y espalda los cuatro tomos de la saga de Crepúsculo. Y decía que le asaltaban las dudas existenciales. El diálogo fué más o menos así:
- Porque yo no lo entiendo. A ver: si se supone que el prota es vampiro y no tiene sangre ¿cómo se las apaña para.... para...
- Para que se le empine, vamos.
- Gracias Mariví. Pues eso, que cómo. Sin sangre en las venas como que la cosa no prospera.
- Ya, pero dice mi hija que es que están muy duros todos ellos.
- Pues a ver si va a ser eso, que cómo tienen unos músculos que son acero para los barcos, lo mismo la dureza de allí le viene de serie.
- Jo, y sin sangre, deben estar helados.
- Y eso también, que están fríos como el hocico de un chucho, que te abraza el tipo y te congela. Imagínate frío y duro y....
-Vamos que cada vez que se la tira, pilla una cistitis
- Gracias Mariví. Además tanto te quiero mucho, ay cuándo te pille y nada de nada. Que dice la mojama (el prota, por frío) que si se pone al asunto con ella, como es tan fuerte, lo mismo la destroza. Amos no me jodas.... Y cuando ya se casan y llega la noche de bodas y tú dices ahora, ahora viene lo bueno. Y allí están los dos en una playa muy amarteladitos y ella mete un pié en el agua..... y zas ¡ya es la mañana siguiente! ¡vaya timo!. Que si unas almohadas destrozadas, que si un cabecero hecho unos zorros, pero nada de nada, que no cuentan nada...
- Hombre, que es que van dirigidas al público adolescente, es para no impresionar...
- Las adolescentes de ahora saben más que tú y que yo, a estas alturas se van a impresionar. Que se leen el Superpop y vienen cosas más fuertes, venga hombre...
- Y luego está el indio, que cómo está el indio, Virgen Santa, con músculos hasta en el paladar, que es el mejor amigo de la chica. Que la chica esta tiene unas relaciones... El novio vampiro, su mejor amigo un indio que realmente es hombre lobo...
- A mí me pasa mucho..
- Ah, claro, David, ya me parecía a mí que tu amigo Mula era un poco raro... A lo que iba, que el indio este...
- ¿Indio de los de las plumas o de los de turbante?
- De las plumas, hermana, los del turbante son indostanis.
- Ah, vale
- Que el indio este, como es hombre lobo, tiene la sangre casi a cincuenta grados, está muy calentito. Macizo, calentito.... ¡y va la tía y se queda con la mojama!. Venga, hombre, no fastidies... Si el calor dilata los cuerpos y el frío los contrae. Entre eso y luego que si duro, que si frío....
- ¡¡La cistitis!!
- Si es que nos puede lo de las novelas de vikingos y culos, que en seguida aquí te pillo aquí te meto y claro.... que nos creemos que en todas es igual.

Tras semejante despliegue de medios literarios le tocó el turno a la pecera. Mi hermana tiene en casa un acuario bastante grandecito, pero sin peces, que ya le palmaron todos. Ahora usa la pecera para guardar cosas, entre ellan un montón de maderitas que no tengo idea de para qué sirven. Javi, que anda despistadillo, se asomó y se percató de que no había pescados.
- Anda, Almudena, si no hay peces
- Que si hombre, claro que hay peces, están entre las maderas
- ¿Tu has visto Unico Testigo, cuando hacen lo del granero? Pues los peces igual. Ahí están ep, haro, ep, haro, levantando la casita...
- Realmente quedaba uno, un limpiafondos de esos asquerosos... Se murieron todos los demás o se los comió el bicho repugnante aquel, no sabemos
- Ah, si ¿ese no fué el que aguantó dos años sin comida en un agua putrefacta?
- Ese, ese.... El agua más negra que el sobaco de un grillo, que de vez en cuando, para comprobar si el bicho seguía vivo, metíamos la red y un número. Se ponía el agua a bullir que en vez de un pescao parecía que teníamos un dinosaurio. Qué ascazo.
- ¿Y no lo sacásteis?
- Si tuvo que llamar Jose a su sobrino para que lo sacara porque nos daba yuyu... Que yo por las noches le ponía una madera encima de la pecera por si salía y nos comía..
- Lo hubieras tirado por el vater..
- ¡¡¡Y una leche!!! ¡Que lo mismo se queda pegado con las ventosas y sube!
- Y vas al baño y el bicho te ataca...
- Y tu corriendo por el pasillo con el bicho pegao
- Si lo malo iba a ser explicárselo el médico de urgencias...
- Nada, nada doctor ¿a usted nunca le han dicho lo de que te folle un pez? Pues esto es más o menos lo mismo...
- O le ves que sube por el vater..... Aj, aj...
- Y a mamporros con la escobilla: baja, baja, bicho, muere, muere....
- Que había mutado, el jodío, que yo creo que tenía cinco ojos cuando lo sacamos...
- ¿Y cómo lo matásteis?
- Echándole agua limpia. Lo mato el agua limpia.
- Claro, dos años en mierda y sin comer.... Animalito.