miércoles, 13 de mayo de 2009

Mamá



Hay días que, al despertar, en esos instantes en que no estás dormida ni despierta, me parece oler su perfume o alcanzo a escuchar el fantasma de sus pasitos rápidos por el pasillo. Incluso si me concentro lo suficiente y cierro los ojos aún puedo oir cómo sonaba mi nombre en su voz. Me gusta recordarla así, guapa, llena de vida, con una casi imposible resistencia a la adversidad, esa fuerza que la hacía parecer una roca aún cuando todas las tempestades le azotaban y tiraban de ella hacia el fondo. Prefiero guardar sólo esos pequeños instantes de alegría, como cuando nos sentábamos en el escalón de la terraza a ver las tormentas, las tres apretujadas oyendo los truenos que desgarraban el cielo. O cuando nos quedábamos después de comer con las piernas debajo de la mesa camilla, tratando de conservar el calor del radiador, y charlando de cualquier cosa.

Recuerdo el sonido de la radio por las mañanas, con tu insustituible Luis del Olmo. Siempre impecable aunque no recordases la última vez que te compraste ropa. Tu segundo café, tu mimo a la hora de maquillarte, el arte con el que te peinabas, tus besos al irte o al llegar, tus obras caseras con las que hubiera soñado el de Bricomanía y con las que tratabas de mejorar lo que no se podía, tu virtuosismo con la aguja, tu sonrisa, tus carcajadas aunque tuvieses el alma llena de lágrimas. Qué pocas veces te ví llorar cuando cualquier otro en tu lugar jamás hubiese salido del pozo. Y cuando lo hacías era porque algo, definitivamente, se había roto. Pero lo remendabas como podías y te lo guardabas en el bolsillo de los olvidos para que no molestase nunca más.

Sólo tú supiste y sabías el por qué, apenas nos lo dejaste intuir a retazos. Pero cómo hubiese preferido que tu tan extraordinario coraje te hubiese servido para huir, para marcar distancias, para sacar la cabeza y haber seguido adelante con una nueva vida y con todos los que te querían, que éramos muchos, pero sin el peso insoportable que te convirtió en esclava. Quizá es que nosotras siempre hemos añorado ser las primeras en tu corazón.

1 comentario:

  1. Sabía que no tardarías en hacerle un homenaje a tu mami. Debió ser una mujer maravillosa. Y con lo presente que la tienes siempre, seguro que no será el último que le hagas. Precioso, Yoli. Un besito.

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