miércoles, 6 de mayo de 2009

Desterrar el reloj

Y eso que hace como mil años que no uso reloj. He tenido temporadas de mi vida tan a la carrera que incluso llevaba uno en cada muñeca para saber siempre qué hora era aunque tuviese una mano ocupada. Bueno, por eso y porque me gustaba. Era un toque original. Ahora casi me oriento por el sol y más o menos voy sabiendo qué hora es por intuición, aunque como dice uno de mis alumnos de la academia: ¿y cuando está nublado cómo te apañas?. Muy gracioso, sí. Pero a pesar de no llevar semejante trasto encima, me paso la vida pensando en qué hora es, en lo que tengo que hacer en un rato, en que sólo tengo media hora para acabar ésto, en los horarios de mi gordi, en que el mayor llega a comer, en que son las cuatro y voy a darme la manita de titanlux en la cara para irme a trabajar, en que es domingo, son las diez y qué hago yo en la cama.... Qué pena me doy. Debe ser la imposibilidad crónica de relajarme, porque me pasa hasta cuando estoy de vacaciones.
Por eso me encanta recordar aquellos cuatro días de un puente de Mayo en que nos fuimos con Inma y Carlos a su casa de la playa. Ellos tienen un ritmo completamente diferente al mío y si están de vacaciones lo de la hora no importa nada. Era genial. Playa por la mañana pero sólo cuando todos estábamos despejados y desayunados, vermú a mediodía hasta las mil, comidas a la hora de la siesta, salidas nocturnas sin nenes (gracias a la madre de Inma).... Creo que han sido los cuatro días más relajados de mis últimos veinte años. O más. Y toda esta empanada mental viene a que los obreros que están arreglando la piscina de mi casa llevan la obra viento en popa y a toda vela. Hoy hace calor, un cielo espectacular en azul y la hierba y los árboles están más verdes que nunca. El contraste es una maravilla. Y me imagino a mí misma tumbadita en una toalla, entre sol y sombra, con un libro para leer o mi prodigioso mp4 regalándome los oidos, sin pensar en nada, sin prisas, sin agobios...
Cada año me lo planteo: este verano me pongo morena, me relajo y me bajo cada día a darme un bañito y a tirarme panza arriba y panza abajo hasta que me duelan los huesos. Pero me conozco, la cruda realidad me pondrá en mi sitio, porque estaré más pendiente de lo que tengo que hacer que de la toalla. Y mi gordi correteará a mi alrededor para que me bañe con ella. Y los que se coloquen al lado serán unos plastas con niños insoportables de esos que te pisan hasta el paladar. Y a la porra el relax. Siempre hay algún conocido bienintencionado que me dice que desconecte, pero me temo que es algo que no se hacer, lo reconozco. Por fuera como unas natillas y por dentro a mil revoluciones por segundo, que me voy a tener que formatear el disco duro de una buena vez a ver si mejoro. Pero ya que estoy metida en pleno proceso de transformación personal (¿son risas eso que oigo a lo lejos?) y practicando lo de morderme la lengua y mejorar mi actitud en general, a lo mejor me puedo hacer un plannig de verano. Levantarme pronto, hacer lo necesario, dejar la pitanza hecha para mis fieras hambrientas, preparar la bolsa de las toallas, embadurnarme de protector solar para no acabar como una langosta, bajar a la piscina, colocar las toallas, tumbarme, levantarme seis veces para ver como mi niña bonita ha mejorado el arte de tirarse de cabeza, volver a tumbarme, un bañito cuando el calor apriete, escuchar a las supermamis decir que son casi las dos y que hay que comer y dormir la siesta, joer, ya son las dos, si es que no me cunde nada.....Cagontó. Sólo de pensarlo ya estoy de los nervios.

1 comentario:

  1. ¿Qué más da cuantos relojes lleves? Yo no llevo y eso no hace que vaya menos estresado. Al final todo es una cuestión de actitud. Por ejemplo, hacer un planning para relajarte. Eso es como inteligencia militar: una contradicción.

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